Alcool moins dangereux que d'autres

¿Hay alcoholes menos peligrosos que otros? El mito del vaso «más sano

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¿Podemos seguir hablando de «buen vino» o de consumo moderado cuando la ciencia está dando la voz de alarma?
Cada vez hay másestudios que demuestran que ningún tipo dealcohol es realmente inocuo, independientemente de la copa o la cantidad. Tras la imagen cordial del aperitivo se esconde una realidad más oscura: un mayor riesgo de enfermedad, sobre todo de cáncer, y efectos nocivos sobre la salud mental y cardiovascular.

Entonces, ¿son algunos alcoholes realmente «menos» perjudiciales que otros? La respuesta, según la investigación, es mucho más compleja de lo que parece.

El mito del vino tinto «protector

Durante años, la publicidad ha ensalzado los beneficios del vino tinto, gracias sobre todo a los polifenoles, los compuestos antioxidantes que se encuentran en la piel de la uva. Durante mucho tiempo se pensó que uno o dos vasos a la semana podían proteger el corazón y el hígado, reduciendo el riesgo cardiovascular.

Pero estudios recientes, como los publicados en The Lancet, contradicen esta creencia. El profesor David Nutt, especialista en adicciones, señala que, aunque determinados compuestos del vino puedan tener un efecto beneficioso aislado, nunca compensan los efectos tóxicos del etanol. En otras palabras, los polifenoles no «neutralizan» el riesgo.

Por tanto, la investigación moderna está matizando esta idea romántica del vino como «amigo del corazón». Según laOMS, ninguna cantidad dealcohol es segura. El famoso «vaso de vino tinto al día» ya no es una guía de salud, sino un vestigio cultural difícil de borrar.

Cerveza, vino o licores: todos en el mismo barco

Tanto si hablamos de cerveza como de vino o licores, los efectos sobre la salud son comparables en líneas generales. Las diferencias percibidas tienen más que ver con la forma de consumir la bebida que con el tipo de bebida.

Los bebedores de cerveza, por ejemplo, tienden a consumir mayores cantidades debido al menor contenido de alcohol por copa. Los amantes de las bebidas espirituosas, en cambio, absorben una dosis más concentrada, lo que provoca un efecto más rápido sobre el hígado y la salud mental.
Y los que piensan que el vino es «menos» perjudicial se equivocan: según un estudio europeo, la incidencia de ciertos cánceres (sobre todo de mama y de hígado) es tan alta entre los amantes del vino como entre otros bebedores habituales.

Por tanto, las diferencias de riesgo son marginales. Lo que cuenta no es el tipo de alcohol, sino la cantidad, la frecuencia y la duración de la exposición.

Cuestión de dosis… y de frecuencia

LaOMS recomienda limitar drásticamente el consumo de alcohol. Para un adulto sano, esto significa un máximo de 1 a 2 copas a la semana, con días de abstinencia total.

El cuerpo no metaboliza el alcohol de forma lineal: una bebida de las denominadas «moderadas» puede tener efectos acumulativosa lo largo del tiempo. El hígado, principal órgano de desintoxicación, sufre el impacto directo de estas cantidades repetidas, provocando inflamación, fibrosis e incluso cirrosis.

Las mujeres son aún más vulnerables. Debido a su menor masa corporal y contenido en agua, sus cuerpos concentran más etanol. Por tanto, la misma cantidad de alcohol tendrá un efecto más acusado que en los hombres, aumentando el riesgo de cáncer de mama o de hígado.

Los estudios son unánimes: incluso un consumo bajo puede provocar enfermedades cr ónicas. Y contrariamente a lo que sugieren algunos bares y campañas publicitarias, ningún tipo de alcohol ofrece una verdadera «protección».

El papel de la prevención y la investigación

La prevención se basa en tres pilares: información, regulación y apoyo. Hay que controlar los mensajes publicitariosque promueven los supuestos beneficios del vino, ya que enmascaran la realidad de los problemas de salud.

Los estudios epidemiológicos, financiados por organismos públicos independientes, subrayan que la percepción de un alcohol «bajo» o «más natural» no es más que un espejismo de marketing.
El profesor Kevin Shield, de la Universidad de Toronto, señala en un estudio publicado en The Lancet que el llamadoefecto «protector» sólo existe en poblaciones con un consumo muy bajo, e incluso entonces nunca compensa el riesgo global.

Los esfuerzos de prevención deben incluir también la salud mental: la adicción, la ansiedad, los trastornos del sueño y la disminución de la concentración son algunos de los efectos más desatendidos.

¿Y si cambiáramos nuestra relación con el alcohol?

Hoy en día, cada vez más investigaciones reclaman un replanteamiento de nuestra relación cultural con la bebida. El vino, la cerveza y los licores no son enemigos aislados, sino símbolos de una compleja relación social con la relajación, la celebración y la emoción.

Hay alternativas: bebidas sin alcohol, cócteles a base de fruta, o simplemente moderación consciente. Los dietistas y especialistas en prevención también recomiendan diversificar los placeres: deporte, naturaleza, descanso, meditación… cualquier cosa que libere al cerebro de la necesidad de una «bebida reconfortante».

Como demuestra la investigación mundial, la clave no está en prohibir, sino en informar, apoyar y ofrecer opciones saludables. La guía de la salud moderna se basa en una idea sencilla: un cuerpo libre de dependencias vive más, mejor y más libre.

En pocas palabras

  • Ningún tipo de alcohol es realmente «menos» peligroso.
  • Los supuestos efectos positivos del vino tinto se ven superados por sus riesgos cancerígenos.
  • La prevención, la moderación y la transparencia siguen siendo las únicas armas reales contra las enfermedades relacionadas con el consumo.

¿Y si el verdadero lujo ya no fuera un vaso de vino, sino conservar la salud?

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